¿Animales? ¿No-humanos? ¿Los demás animales?

En realidad, poco cambia si cuando, para referirnos a los demás animales, decimos “animales”, “los demás animales”, “animales nohumanos”, “nohumanos” o similar.

La inmensa mayoría de personas sabe perfectamente que el ser humano es un animal aunque use la palabra “animales” para referirse a aquellos animales que no son humanos. En cualquier caso, se trata de algo que siempre puede aclararse si se considera necesario.

Sin embargo, el problema no es si los seres humanos somos animales o no: el problema es creer que el pertenecer a la especie humana nos hace “superiores” y que eso legitima la explotación animal.

Digamos “humanos” vs “animales”, “humanos” vs “no-humanos”, “animales humanos” vs “animales no-humanos”, o “nosotros” y “los demás animales”, sigue habiendo un “nosotros” y un “ellos”.

Y no pasa nada: cómo llamemos a las dos categorías no es el problema, ni tan siquiera el hecho de que existan dos categorías.

Es evidente que existen muchas diferencias entre el ser humano y los otros animales. Negarlo no ayuda a la comprensión.

El problema está en creer que esas diferencias justifican su uso y explotación como mercancías; en creer que porque no son humanos no tienen derecho a vivir sus vidas en paz.

Tanto ellos como nosotros somos individuos y no recursos ni mercancías.

Ser vegano es rechazar con nuestras acciones la idea de que los animales son mercancías o propiedad del ser humano.